En sus inicios, la vida de Francisco “Pancho” Mancuso, un operador de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires (BCBA) muy respetado por sus pares, que hoy tiene 76 años y 42 de experiencia bursátil, fue tan difícil como la de otros inmigrantes: llegó a la Argentina en 1952 desde un pueblo de Sicilia, Italia, a los 9 años, acompañado de sus padres y sus 7 hermanos.
Quizás fue ese duro comienzo lo que forjó en él una personalidad aguerrida, aunque también podría decirse que optimista.
Pancho se autodefine como “rebelde, frontal; discutidor”. Sin embargo, también sobresalen en su forma de ser y actuar otros rasgos: la dignidad y el trabajo como únicos medios para progresar, la reflexión constante, la disciplina, los principios, y sobre todas las cosas, un gran humanismo: siempre piensa cómo ser útil para la sociedad. Y busca ponerlo en práctica.
Los primeros pasos
Todavía se acuerda de memoria cuál fue su primera dirección en Buenos Aires: un inquilinato de calle Estomba 1461 (y Los Incas), donde vivieron, amontonados en una habitación, los 8 hermanos Mancuso junto a sus padres.
“Vinimos de Italia por unos tíos que trabajan en el mercado de frutas, así que, en ese momento, sobrevivíamos comiendo básicamente lo que nos conseguían ellos”, relata ahora, un sábado al mediodía, sentado en una confitería de Chacarita, barrio al que llegó en el tren Urquiza.
Aunque Pancho es un operador que ha ganado millones en la Bolsa, no tiene auto. A la entrevista llega sin celular y sin reloj. Se nota que es una persona austera. Nunca operó ni opera para terceros; sólo para sí mismo, y lo hace con 3 ALyCs (Agentes de Liquidación y Compensación) diferentes, para sortear los eventuales inconvenientes de la operatoria diaria.
Un año después de su llegada a la Argentina, se mudó con su familia a Villa Madero, donde habían obtenido un terreno con una casilla de madera. Cuando cumplió 12 años, sus padres lo mandaron a un seminario vocacional en San Isidro (también recuerda la dirección: “en Elortondo 901”), para que a los 13, ingrese al Seminario Metropolitano de Buenos Aires, “de José Cubas al 3500”.
En medio del secundario, inició el noviciado para hacer “votos temporales” en la Iglesia Sagrado Corazón de Morón. “Pero me vieron muy emprendedor y discutidor para ese ámbito”, reconoce. Al margen de ésto, pronto descubriría que no servía para el sacerdocio, no solamente porque la sumisión no es lo suyo: "el celibato no fue para mí, aunque puede ser para otros en ciertas circunstancias", razona. Terminó sus estudios secundarios en Bernal, en el colegio de Los Salesianos.
Luego de empezar a cursar Derecho en la UBA (Universidad de Buenos Aires), consiguió una beca para estudiar la misma carrera en la UCA (Universidad Católica Argentina) y comenzó a trabajar como canillita. Su espíritu emprendedor y las necesidades económicas lo ayudaron a progresar: fue adquiriendo “paradas” (el nombre técnico de los puestos de diarios y revistas) en lugares estratégicos, de buenos ingresos económicos (en Billinghurst y Libertador tuvo una; en Avenida del Libertador, en la zona de Martínez, otra), y se los fue asignando a algunos de sus hermanos. En paralelo, estudiaba en el puesto, le compró una casa a sus padres, y ya tenía su propio auto.
En esos años, conoció a quien sería su primera mujer y madre de su hoy único hijo, Marcelo. Pero ella moriría repentinamente, por un ataque de presión, en marzo de 1982. Francisco quedó sólo con su hijo, de solo 11 años, por lo que en esa primera etapa de su viudez, volvió a enfrentar otra serie de años difíciles.
La Bolsa se cruza en su destino
A fines del año 1977, cuando daba un paseo por el centro para ventilar su angustia (no le satisfacía su profesión de abogado), se encontró, de casualidad, con un excompañero de la facultad, que era hijo del presidente de la Bolsa en ese momento, Alberto Servente.
Su amigo lo convenció; Pancho puso empeño en estudiar y formarse, de manera autodidacta, y empezó a ganar plata operando: se convirtió en un trader del mercado local. Antes, estudió “mucho tiempo la ruleta: el azar tiene leyes, y se lo puede manejar con sistemas”, confiesa. De todas maneras, “en la operatoria también hay suerte”, admite.
Mancuso opera según las oportunidades que van apareciendo en el mercado: bonos o acciones, aunque hace unos 30 años que se destaca haciendo trading de opciones.
Hoy reconoce que es importante la formación, pero también “el control de las pasiones”, la disciplina -algo que aprendió a la fuerza y de manera directa, en los años en los que fue seminarista-; la rapidez, la frialdad, y la “inteligencia práctica” para detectar, por ejemplo, cuando los rumores van al revés “a propósito, para engancharte”, señala.
A lo largo de sus más de 40 años como operador, su naturaleza rebelde lo llevó a ganarse algunos enemigos dentro de la BCBA. "Está tergiversada su función social", denuncia, aunque aclara luego que su actual presidente, Adelmo Gabbi, "construyó una escuela y otros emprendimientos comunitarios, teniendo un cambio en su actitud frente a lo social". Sin embargo, Mancuso opina que "el mercado de capitales no se desarrolla a nivel local porque hay intereses dentro de la propia Bolsa que trabajan en contra".
Casado desde 1988 con Nelva, su segunda mujer, y gracias al avance de la tecnología, desde 2009 opera desde su casa, donde tiene una habitación con 9 monitores, con letras más grandes; todo adaptado a sus 76 años de edad.
De lunes a viernes, con ayuda de una de sus nietas y de Daniel, hijo de un pintor de brocha gorda, transmite las 6 horas de rueda en directo por su canal de Youtube. Pancho y Nelva tratan y quieren a Daniel como a un hijo más.
El operador también tiene cuenta de Twitter (@vivalabolsa), habla de la plataforma con la que opera, nombra una “app”, cuenta que usa Zoom (de Google) para comunicarse con su agente y que tiene, en realidad, 3 canales en Youtube. Además, en su momento, tuvo un foro de Bolsa y un programa de radio, siempre con el objetivo de promover la cultura bursátil. En sus distintos canales, tiene subidos videos introductorios al mercado de valores, varios sobre opciones y cómo operarlas, y también están colgadas sus estrategias. Es una forma de devolver a la sociedad. Es una de las maneras en la que practica su humanismo.
Por una cuestión de coyuntura, Mancuso está operando ahora el bono AY24 contra el AO20 (llegó a operar 2,5 millones de bonos en un solo día), pero a lo largo de los años, ideó un sistema para para operar opciones con una técnica mixta y con muy bajo riesgo. "Si bien el sistema de opciones está en los libros, en mi caso surgió espontáneamente de la experiencia y adaptado al mercado local, que tiene sus características propias", explica.
Construyendo un legado
“El éxito de un trader depende de su capacidad de anticiparse a los acontecimientos. En ese sentido, creo que el éxito de un político depende de lo mismo”, advierte, y como consejo para los operadores novatos, recuerda siempre una frase que vio escrita en una pared, algún tiempo atrás: “no entres nunca a un lugar del que no puedas salir”.
Mancuso recomienda tener “un sistema sólido para operar; sino, mejor te dedicás a otra cosa, porque podés perderlo todo”. Y reconoce que “donde más se conoce a la persona es en su reacción frente al peligro”. Insiste en la importancia de gestionar el riesgo a la hora de invertir.
Lo que más valora es la “inteligencia práctica: la aplicación de conocimientos a una situación concreta”. Además, asegura que “en la Bolsa, la información es muy importante y el sistema lo complementa”.
El encuentro con Mancuso duró 6 horas; semanas antes habíamos conversado más de una hora por teléfono. Gran parte de ese tiempo, se sumía en reflexiones profundas.
“Argentina sigue teniendo una mentalidad de colonia. Nadie enfrenta al poder; sería irracional enfrentarlo: somos un país satélite. Pero no vemos que si apostamos a la tecnología y al capital, a la larga, es todo para todos... A la larga, el beneficio de la tecnología es para todos,aunque vemos que, en la práctica, hay una superconcentración del capital en pocas manos. Sin embargo, la humanidad está hecha para servir una parte a la otra, y como seres humanos, somos animales sociales y tenemos responsabilidades, aunque no querramos”, concluye.
El humanismo de Mancuso contrasta con la ambición, la codicia y el egoísmo que priman en la Bolsa, según describe. "No tiene sentido la vida del trader si no se vuelca a tareas sociales de ayuda en las diversas maneras que pueda, según las circunstancias de cada uno en particular", reflexiona, y remata afirmando que, el del operador bursátil, "es un trabajo solitario que debería tener una salida social como complemento para que pueda sentirse útil de verdad, ya que no proporcionamos ningún bien para la comunidad". Entre sus proyectos para ayudar al otro, destaca la idea de crear una asociación de inversores fondeada por ganancias.