
No hacía falta ni que lo diga, pero Juan Pablo Pisano (@JohnGalt_is_www en Twitter) lo dice con todas las letras: “Yo soy un soñador”.
A juzgar por sus múltiples emprendimientos, en rubros muy diferentes, en un país más que complicado, la Argentina; y teniendo en cuenta su origen humilde, su afirmación se podía adivinar con facilidad.
Pero además de tener inteligencia, rapidez mental, creatividad y vocación por aprender y enseñar, Juan Pablo tiene, sobre todo, generosidad. Mucha generosidad.
“Soy muy soñador y no le tengo miedo al fracaso; me he pegado buenos palos”, se sincera, en un lenguaje bien de la calle. El mismo que usa a diario, y que utilizará también a lo largo de toda la entrevista.
Para la red social Twitter, donde tiene 14 mil seguidores, eligió como usuario el nombre “John Galt”, uno de los personajes ficticios de la novela “La rebelión de Atlas”, de Ayn Rand.
A su cuenta, la identificó con una fórmula matemática: ae^((-(x-b)^2)/(2c^2)), que es una “forma canónica de la distribución de la campana de Gauss, osea: la función que describe cómo se distribuyen probabilísticamente los sucesos de casi todo lo que conocemos y lo atribuimos al azar”, según explica.
En un principio, se llamó así en Twitter para preservar su verdadera identidad, ya que hoy es un empresario PyME. Sin embargo, no tiene problema en que se sepa su nombre real. Sus seguidores en la red social del pajarito están acostumbrados a su generosidad. Y es que todo el tiempo comparte lo que sabe, lo que la vida le enseñó.
Un origen humilde y la vocación de emprender
Juan Pablo Pisano nació hace 42 años en Vicente López, es hijo de una maestra de grado y de un empleado; tiene 2 hermanos, uno de ellos bastante menor que él, de 24.
En sus palabras, su familia era de “clase baja, baja; éramos humildes. Es más, me acuerdo que siendo chico, yo construí mi propia pieza”, ilustra.
“Siempre fui muy busca: a los 13 ya laburaba repartiendo volantes en Munro; a los 16 empecé a dar talleres de computación, y después fui durante muchos años profesor particular de matemática. Tenía bocha de alumnos -cuenta, respetando su forma natural de hablar-; estaba muchas horas dando clase. Siempre me fascinó la matemática y les hablaba a mis alumnos de igual a igual; cada vez tenía más alumnos y ganaba más dinero haciendo eso que en el trabajo que tenía en ese momento, que era de operario en una fábrica”.
Al terminar el secundario quiso estudiar Física Nuclear, “pero solo se estudiaba en el Instituto Balseiro, en Bariloche, y terminé haciendo la carrera de Ingeniería Industrial en la UTN (Universidad Tecnológica Nacional)”, rememora.
Al promediar sus estudios universitarios, se topó con una primera limitación, que tenía relación estrecha con su origen social: “para la materia Tecnología industrial, nos empezaron a dar mucha bibliografía en inglés -recuerda-. El target de la facultad era medio-alto, nada que ver con el mío; yo no sabía inglés, pero me puse a estudiar”, señala.
Juan Pablo es alguien con voracidad por aprender y conocer. Por eso, de manera autodidacta, aprendió después programación, como más tarde aprendería a operar en la Bolsa.
A pesar de haber terminado la carrera de ingeniería, en el mientras tanto y cuando le daban los tiempos, iba a la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA (Universidad de Buenos Aires) a buscar material de estudio y como oyente a clases que trataban temas de matemática discreta, teoría de grafos, teoría de juegos y análisis complejo; todos temas de la matemática más pura, su gran pasión.
Desde el año 2003, está en pareja con Florencia Abadia, una “grosa”, la describe Juan Pablo, y se le ilumina la cara. Lo mismo pasará en otros momentos de la charla, cada vez que nombre a su mujer, una bióloga investigadora del CONICET, que tuvo en junio de 2011 un derrame cerebral, lo que pareció abrir un paréntesis negativo en la vida de ambos.
A Florencia le llevó un año su recuperación. Pero ni ella ni Juan Pablo, el gran soñador, bajaron los brazos. “A los 3 años ella ya estaba entrenando. Es chiquitita de cuerpo, pero es pura energía y es una persona ultra independiente”, asegura. “Nos conocimos y nos enamoramos al toque: somos iguales, dos nerds”, agrega entre risas.
Su llegada al mundo de las finanzas
En diciembre de 2019, Juan Pablo armó un hilo en su cuenta de Twitter para relatar cómo fue su entrada al mundo financiero. Comenzaba así: “Cuando era pibe, era zurdo, de clase baja-baja y pensaba que los que estaban en el mundo de las finanzas eran todos unos gordos garcas que habían nacido en cuna de oro y se dedicaban a cagar a los pibes de barrio como yo”.
Su historia generó 7.000 likes, y 2.400 personas compartieron su relato con otras, a través de RT (retuits). En ese hilo, Juan Pablo contó de manera pública que desde chico, “siempre soñó” con tener su propia empresa, algo que causaba gracia a su alrededor porque “no tenía ni zapatillas”.
A pesar de haber estudiado ingeniería porque le gustaban los números, se quedó con ganas de “entender mejor ese mundo de las finanzas”, rememora. “Me hubiera encantado tener finanzas en el colegio técnico que hice y en la facu, pero no tuve esa suerte”, puntualizó en ese hilo. “Es muy triste nuestra cultura financiera; muy triste”, enfatiza ahora, en el marco de esta entrevista.
“Yo hice todo al revés en relación a la Bolsa”, comienza a explicar. “Empecé en 2009 a invertir mis ahorros en Bolsa por value, por fundamentals, siendo matemático y programador... Y es más: yo descreía del análisis técnico, me parecían unos payasos los que lo hacían”, relata.
La primera acción que compró fue la de Siderar, “y me empomé, obviamente”, bromea. “Pero empecé a invertir en un momento en el que subía todo, porque fue después de un derrape mega mundial -la crisis financiera de 2008, que dispararon las hipotecas subprime en Estados Unidos-. Entonces, en un primer momento te la crees. Pero después empezás a decir: acá hay gato encerrado”, añade.
“En esa época veía balances de empresas e invertía, pero después me di cuenta que el balance de una empresa local puede ser muy mentiroso”, dispara. “Cuando evalué que había gato encerrado, que tan fácil no podía ser, me puse a investigar un poco los sesgos de los gráficos, los indicadores técnicos, y ahí me di cuenta que había algo. En realidad, hay tendencia y las tendencias se retroalimentan, se desarrollan. Ahí te das cuenta que no es que hay una acción de moda, sino que hay una tendencia concreta”, ilustra.
Juan Pablo utiliza ejemplos pedagógicos todo el tiempo. Se nota que le gusta enseñar. “En realidad, ya se sabe que la gacela es más rápida que el león. Pero el león tiene el timing: es quien decide en qué momento exacto inicia la persecución, tiene el efecto sorpresa del ataque a la gacela”, señala. Haciendo una analogía entre la metáfora de la gacela y el león, explica cuándo un trader (operador) entra tarde a una tendencia, o cuando entra demasiado pronto.
“Algunos somos neutrales –continúa-, pero hay gente que tiene un sesgo alcista o bajista. En general, los traders miramos para los dos costados al mismo tiempo. No es solo si existe una figura técnica, sino el momento en que un trader se pone a operarla. Esa es la diferencia, y eso es pura matemática: encontrar el rango óptimo de entrada y salida. Ahí es cuando me di cuenta de mi ventaja, al poder utilizar programación y matemática, a pesar de todo lo imprevisible que tiene el mercado”, advierte.
Hoy, Juan Pablo se especializa en el desarrollo de bots de trading algorítmico.
“Me empecé a enamorar del análisis técnico”, confiesa. “De los osciladores, la divergencia, las medias móviles… Hoy uso los dos tipos de análisis: el técnico y el fundamental. Creo que son totalmente compatibles; se usan para cosas distintas y en timings distintos”, agrega.
Por un tema fiscal, opera una parte de su cartera en Argentina, pero desde 2016, invierte la mayor parte de ella en el mercado de Estados Unidos.
Un emprendedor PyME con ganas de enseñar
“En un momento, armaba y vendía computadoras, con el sistema operativo ya instalado -cuenta-. Pero después decidí abrir una editorial: Logikamente, para editar libros de matemática. Esa fue mi primera empresa PyME, y la continúo al día de hoy”.
Pero también tuvo una de regalos empresariales, que por trabas en la importación de insumos tuvo que discontinuar; otra de publicidad, con inteligencia web; y tiene hoy como proyectos el lanzamiento de una startup inmobiliaria con un socio, Gerónimo Albornoz, y la creación de un hedge fund (fondo de cobertura) basado en estrategias quant con fuerte operatoria en estrategias de opciones como los strangles, que son ideales para protegerse de los famosos crash bursátiles tan temidos.
Sobre sus hilos de Twitter y sus ganas de transmitir lo que sabe, puntualiza: “Me interesa que el otro aprenda. Yo siempre tuve la cosa docente. Y finanzas es algo que uno sabe que al otro le va a servir un montón, porque te va a permitir mejorar tu jubilación, o vivir un poquito mejor, o tener un resguardo por si te pasa algo. Siempre es mejor tener una cultura así”.
“Me gusta compartir mis conocimientos –agrega-. Y como me fue bien, lo veo como algo re copado. Para mí, todos buscamos siempre mejorar, y la herramienta financiera es bastante potente”.
Juan Pablo vuelve a las analogías para hablar de las virtudes de invertir en el mercado de capitales. “A mí me gusta como deporte el running porque lo considero muy democrático: salís a correr en una maratón con un campeón mundial. Para mí, la Bolsa es lo mismo: favorece al que tiene poca plata o poco capital. No sirve para hacerse millonario, pero sí para crecer”, razona. “Pienso que no es para cualquiera. Por eso, tampoco me considero un evangelizador de la Bolsa. Simplemente cuento mi experiencia: soy muy entusiasta”, añade.
“Cuando era pibe, si hubiese sabido, me hubiera metido en la Bolsa”, reflexiona. Hoy, “disfruto buscarle la vuelta a la Bolsa, encontrarle algún sesgo nuevo”, indica. Y es que con el correr del tiempo, el mercado se convirtió en otra de sus pasiones, como la matemática.